Desde antes de nacer nuestros padres , y está bien que suceda de esa manera, de forma consciente o inconsciente, depositan en nosotros gran cantidad de deseos, muchos de los cuales nos van moldeando a lo largo de nuestro desarrollo y coadyuvando a forjar nuestra personalidad.
Llega el momento de transición clave entre la etapa de la "adolescencia" y la edad adulta. Si, a los 17 años muchos jóvenes deberán elegir , (en el mejor de los casos, siempre) qué van a hacer de allí en adelante.
Decimos en el mejor de los casos, porque la respuesta a la pregunta por el futuro, no solo tendrá una connotación subjetiva, casi muy por el contrario, ya que el adolescente podriamos decir, se encuentra en pleno proceso de búsqueda a prueba de ensayo y error de sus propios deseos, afloran en la respuesta muchas veces, esos deseos paternos y maternos, sino familiares, dependiendo de cada estructura familiar anhelados. Es decir, que recobran peso deseos arcaicos, infantiles, que atraviesan generaciones, y se ponen en juego una cantidad infinita de variables y condicionamientos psicológicos.
En primer lugar, hay una reedición del llamado "amor infantil". Bien sabemos que el acto de crecer significará duelar roles, lugares, los privilegios que conlleva ser "his majesty the baby" (S. Freud, 1914) . Nos referimos a ser"El/la bebe de mamá" , "el nene de papá".
Padre y madre, familia, también deberán concomitantemente generar un duelo, un corrimiento generacional, para dejar que el deseo subjetivo aflore, repetimos, en el mejor de los casos.
Pues entonces, con tanto que se pone en juego allí, el adolescente, mas o menos confundido, debe tomar una decisión.
En su cabeza rondan no solo preguntas sino también mandatos familiares ancestrales, "¿estudio medicina como papa?", "¿realmente quiero ser abogado como mamá?"," no puedo fallarles ellos quieren que sea alguien en la vida".
Y el gran signo de pregunta empieza a abrumar la mente del adolescente, "¿rompo el status quo y me enfrento a mi familia? "¿me dejo aconsejar por ellos? (lease , cumplo sus deseos).
Evaluemos las diferentes opciones: por un lado romper el status quo puede generar conflictos de intereses, de un interés capital para el ser humano que es el amor. El miedo mas infantil que conocemos, a perder el amor de los padres, el dejar de ser queridos, valorados, es un fantasma que ronda al adolescente en este momento importante de su vida, aunque no lo reconozca.
¿Y si me equivoco? es otra de las preguntas maquiavelicas. Pues la respuesta dependerá del análisis de cada dinámica familiar , algunas familias temen al error, al fracaso, e inclusive lo condenan, en una dinámica familiar sana una decisión "desacertada" no será considerada como un error, sino como un aprendizaje, allí no habrá nada que temer.
Con todas estas presiones que el joven carga (y consideremos que esta procesando otras situaciones en paralelo) debe tomar una decisión adulta, su primera decisión "adulta".
Vemos aquí como la palabra "adulto" en la sociedad actual esta sobrevalorada.
Y entonces, ¿qué hacer?.
Lo primero que recomendamos es la comunicación. Una comunicación dialógica, honesta, sin interferencias, con disposición abierta a expresarnos y a escuchar activamente al otro.
Lo primero que recomendamos es la comunicación. Una comunicación dialógica, honesta, sin interferencias, con disposición abierta a expresarnos y a escuchar activamente al otro.
Una comunicación efectiva con los padres.
En segundo lugar, ubicamos el pedido de ayuda, ya que el silencio solo perpetúa y acrecienta los fantasmas. Estarán un paso adelante si pueden reconocerlos desde un primer momento.
En segundo lugar, ubicamos el pedido de ayuda, ya que el silencio solo perpetúa y acrecienta los fantasmas. Estarán un paso adelante si pueden reconocerlos desde un primer momento.
La ayuda asimismo, debe ser demandada/ofrecida por las instituciones escolares, cumpliendo con el deber de orientar al joven, echando luz a ese sinuoso camino que se presenta, a priori como pedregoso, para poder arribar a una decisión que no es mas que eso, un punto de arribo y no de conclusión de la vida, ni de determinación univoca del futuro.
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